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Autocontrol
El autocontrol es un concepto que generalmente asociamos con los pensamientos, las emociones y la conducta. Si ponemos el autocontrol en un continuum que fuera de menos a más, diríamos que tanto un nivel de autocontrol muy bajo como uno muy alto nos sitúan en polaridades muy poco adaptativas para el día a día.
Si enfocamos en un nivel deficitario de autocontrol, nos daremos cuenta que no estamos pudiendo controlar cómo nos estamos sintiendo y/o qué hacemos con ello. Puede haber estallidos de ira, llanto incontrolado… es posible que digamos o hagamos cosas de las que luego nos arrepintamos. Tras ello, a nivel emocional aparecerán probablemente la vergüenza y la culpa.
La falta de control suele tener que ver con una personalidad impulsiva, pero no siempre es así. A veces, las demandas del entorno exceden nuestros recursos y nos sentimos sobrepasados. En esos momentos no somos capaces de responder con serenidad y nos dejamos llevar por la emoción, sin pararnos a pensar en el cómo o el para qué de nuestra conducta. Es como si estuviésemos accionando la maquinaria de un tren a toda velocidad sin tener muy claro cuál es el destino, a dónde nos lleva.
La otra cara de la moneda es un autocontrol en demasía. En este punto, el autocontrol tiene mucho que ver con las obsesiones y con maneras de pensar rígidas. Si notamos que estamos muy autocontrolados, perdemos flexibilidad mental y esto nos lleva a tener conductas estereotipadas, que si bien se suelen ajustar a los estándares sociales, a lo que se espera de nosotros, finalmente nos lleva a no satisfacer nuestras verdaderas necesidades.
Esta carga extra de autocontrol suele estar muy relacionada con niveles altos de exigencia y perfeccionismo.
Volviendo a la metáfora del tren, nos quedamos mirando el mapa largo rato, sabiendo a todos los sitios a los que podríamos ir, pero sin tener muy claro si el tren arranca o no, con miedo a que al arrancar ya no podamos controlar a dónde nos lleva.
Tanto un exceso como un déficit de autocontrol suele traducirse a medio o largo plazo en ansiedad, sentimientos de irritabilidad, apatía, inseguridad, tristeza y baja autoestima. A nivel social suele alejarnos de los demás y / o llevarnos a círculos viciosos de los que nos cuesta salir, nos sentimos como peonzas, girando a merced de las circunstancias y con muy poca capacidad de manejar nuestro entorno.